CORONA 2020

ARCA

Cuarenta días y cuarenta noches. Ese es el tiempo que duró el diluvio (Gén. VII, 12) y de ahí proviene la palabra cuarentena.

Que haya un nexo terminológico puede producir la tentación de extrapolar ese vínculo a otros terrenos y darles una interpretación teológica a los hechos implicados. Suponer, por ejemplo, que la pandemia de coronavirus es un castigo divino por las abominaciones y descarríos de los humanos. Personalmente, no comparto esas lógicas deterministas y culpabilizantes. No creo en un Dios que reparte premios y castigos, como si fuéramos niños sometidos al poder de una Padre absoluto. Como dijo Albert Einstein, "Yo creo en el Dios de Spinoza". Y el Dios de Spinoza no es una voluntad personal sino una legalidad, lo que nos vincula en una red de causas y efectos; una ley que, sin pertenecer a nadie, nos atraviesa a todos. Sí, lo que cada uno hace repercute en la totalidad. El mundo es polifónico. La realidad es multicausal.

De ahí que los textos antiguos (Biblia, tragedia, mitos…) expresan esa legalidad -la estructura de lo real, digamos- en relatos y motivos que nos permitan aprehenderla. En la Torá son los actos de ciertos personajes, los Bne-Elohim, los que desencadenan la catástrofe. Ellos, literalmente "hijos de los dioses", soberbios y violentos, desconocen todo límite y burlan toda prohibición. Se aprovechan del prójimo, "toman como mujeres a las que más les agradan" -sin duda Freud trabaja con este material para darle forma a su Padre de la horda primitiva- y cometen todo tipo de arbitrariedades y abusos. Reina la anomia. Son los equivalentes de los héroes o semidioses paganos, puestos en el texto bíblico como contrafiguras de una nueva concepción de la humanidad basada en la ley. 

El terreno más específico del advenimiento de lo legal es la sexualidad. De hecho, la primera ley, fundante de la cultura, es la prohibición de incesto y la consecuente exogamia. Noé entra al Arca "con su mujer y sus hijos y las mujeres de sus hijos" (expresión reiterada múltiples veces en el relato), y así es como, cuarenta días después, salen para refundar la vida. Esa repetición da la pista de que durante ese prolongado período de encierro, tan proclive a la promiscuidad, el orden no se ha alterado y las separaciones generacionales se han conservado. Lo que los Bne-Elohim mezclaban, Noé y su familia mantienen discriminado y diferenciado. Tal vez esa sea la explicación de por qué este hombre simple ha sido elegido para continuar la vida de la especie. Vida que sería imposible sin semejante orden. La cultura, por definición, impone lo prohibido, y es eso lo que nos hace humanos. 

Entonces, es el diluvio un castigo divino? Yo diría: es una metáfora. Dios, en el texto bíblico, es un nombre de la Ley. Un diluvio es un anegamiento, borrar toda diferencia entre seco y mojado, entre "las aguas de arriba y las aguas de abajo", entre la luz y la oscuridad… Todas esas distinciones y separaciones que conforman la narrativa de la creación, eso que bien podríamos llamar la ley de la realidad.

No extraigo de aquí ningún mensaje moralizante. También en esto es preciso bajar el dedito admonitorio y descartar la rapidez para encontrar culpables (el capitalismo, el ateísmo o cualquier otro demonio a la moda). Las épocas de catástrofes son muy favorables para la aparición de profetas iluminados, falsos mesías y predicadores culpógenos, aun si son totalmente laicos, ateos y "progre". Ninguna cosmovisión -religiosa, sociológica, política o económica- me parece oportuna para explicar fenómenos como el presente. Seguramente, la conjunción de causas y variables es de tal complejidad que ninguno de esos enfoques (ni tampoco el científico solo!) puede dar cuenta de lo que ocurre.

Solo apunto, más modestamente, a renunciar a las explicaciones reduccionistas y  las lógicas lineales. Si recurro a los antiguos textos míticos es porque creo que su lectura -de nuevo, en clave metafórica- puede orientarnos y brindarnos pistas para comprender algunas configuraciones nucleares de la cultura. Mi apuesta es permitirnos pensar, soportar la ausencia de certezas y tolerar el tiempo que todo proceso lleva hasta que pueda mostrar algunos de sus hilos. La trama todavía se está tejiendo y será muy a posteriori que podremos entrever la figura del tapiz. Ojalá cumplamos la cuarentena debidamente, para arribar a ese momento en que el arca se deposite de nuevo en tierra firme y podamos volver a caminar.

Diana Sperling

Bs. As, marzo 2020














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